El profesor Monedero define a las sociedades desarrolladas como sociedades con altos niveles de descontento y desconcierto, y yo le añadiría con izquierdas desorientadas. Estas tres “des” explican el auge del populismo de derechas. En España, hoy, todas las encuestas son favorables a los partidos de derecha. Esta es la cruda realidad con la que afrontamos el próximo calendario electoral. Hay que reaccionar. Sin despreciar los procesos de reflexión abiertos en los partidos, considero que debe emerger un nuevo protagonista; la izquierda difusa, es decir, los miles de hombres y mujeres que han militado en la izquierda y que se sienten hoy huérfanos de cualquier sigla, junto con gente, sobre todo joven, que, sin haber pasado por ninguna organización política, se siente comprometida con los ideales de la transformación social.
Sólo sabremos qué le pasa a la izquierda si conocemos lo que pasa en la sociedad y, a partir de este diagnóstico, construimos un proyecto de ilusión, confluencia y articulación de todos aquellos hombres y mujeres que se sienten identificados en la apuesta por el federalismo y la sostenibilidad social y ecológica. Debemos afrontar con decisión e imaginación múltiples retos. Para mí los más centrales son la crisis de lo colectivo –crisis previa a la desafección de la política– y la crisis económica, entendida esta como una crisis del modelo productivo imperante, insostenible social y ecológicamente. Si realmente queremos controlar la economía y organizar la libertad, el principal objetivo es recuperar la centralidad de la política.
Hablar hoy de España y de la izquierda necesaria es hablar de federalismo y ecologismo (o ecosocialismo o izquierda verde, tanto da el nombre si nos referimos a lo mismo, un proyecto de equidad social y sostenibilidad ecológica).
España es plural, pero para poder ejercer esta pluralidad es necesaria una propuesta federal para el Estado, propuesta que hoy brilla por su ausencia. La conflictividad territorial es una de las grandes victorias de la derecha, ya sea central o periférica, y uno de los grandes impedimentos en la formulación de causas comunes, que nos convoquen, sin distinción del origen territorial, en los procesos de reordenamiento del Estado español y en la construcción europea. Construir identidades propias laicas sólo es posible desde el federalismo. Reivindicar lo propio sólo es positivo desde el federalismo. Aportar solidariamente sólo es comprensible desde el federalismo.
Hay que incorporar el ecologismo como programa y como seña de identidad. Nunca he entendido las resistencias de ciertos sectores de la izquierda clásica a hacerlo. A lo mejor es por eso, por ser clásica. Los límites al desarrollo, la responsabilidad intergeneracional, los criterios de sostenibilidad, la alerta temprana respecto a los graves riesgos de infarto ecológico, cambio climático, el debate abierto sobre el decrecimiento, representan en su conjunto un nuevo ideario y un nuevo proyecto de sociedad. La propuesta del “green new deal” es hoy la única alternativa planteada para garantizar que el modelo económico poscrisis se oriente hacia un modelo sostenible. De avanzar hacia una economía libre del carbono. El fundamento de este “green new deal” es sencillo: utilizar el gasto público para impulsar la economía favoreciendo la inversión en nuevos sectores que protejan el medio ambiente, lucha contra el cambio climático y creación de nuevos trabajos verdes. Junto con el feminismo, el ecologismo ha sido una de las grandes revoluciones de la segunda mitad del siglo XX. Tomémoslo en serio, y más cuando en España existe un rico, complejo y combativo ecologismo social.
Es necesario hacer emerger nuevos protagonistas que expliquen de manera alternativa la realidad y ofrezcan nuevas soluciones a los viejos y nuevos problemas. En España, digan lo que digan los pesimistas, sinceros o interesados, hay la suficiente capacidad intelectual y energía social y política para poder salir de este marasmo. No podemos ni queremos resignarnos a quedar reducidos a las estrechas paredes de lo que hoy representan los partidos si no queremos, los que militamos en alguno de ellos, que las paredes se nos acaben cayendo encima. Hay que abrirse. Nuestra ambición debe ir más allá de nuestra viabilidad electoral. Hay que pretender liderar los debates presentes en nuestra sociedad en estos momentos de desconcierto y descontento. Hay que reorientarse.
Previo al qué hacer es el por dónde empezar. Creo que lo más sencillo y práctico es constituir una fundación que sea espacio de encuentro, reflexión y también de movilización. Convocar a todas las personas interesadas y darles voz y protagonismo. Una fundación de ámbito estatal integrada no por partidos, sino por personas a título individual. Y hacer girar la rueda, ampliando los espacios de debate y reflexión. Estoy convencido de que, si hay ideas, estas siempre encuentran la forma de organizarse.
Dicen que las crisis pueden ser oportunidades. Esta que padecemos, hoy por hoy, no lo es. Los mismos causantes de la crisis lideran su respuesta. Es nuestra responsabilidad hacer todo lo posible para que esto no sea así. Y para ello necesitamos soluciones y fuerzas. Y si no las tenemos por nosotros mismos, cosa bien evidente, hay que buscarlas fuera. Es por eso que es estrategia de ICV colaborar para articular el inicio de un espacio de debate, propuesta y articulación de lo que los italianos llamarían “il popolo di sinistra”, el pueblo de izquierdas.
Jordi Guillot és vicepresident d'ICV i senador.
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